Una joven de Santa Clemencia, zona rural de Chimbote, sobrevive a la cuarentena pintando en piedras del río Lacramarca. 

Es setiembre y en Santa Clemencia la tranquilidad y el verde amarillo de su paisaje nos dice que el sol ya quiere esconderse. Mientras, al otro lado de la carretera, las piedras del río Lacramarca esperan por Chris. Junto a su madre y hermanos, recolecta piedras de distintas formas, tamaños, colores y texturas para darles vida a través de la pintura. “Antes de salir a recolectar ya voy pensando en el dibujo que haré y lo imagino”, nos dice.

Chris Espinoza Honorio es una artista plástica que dibuja y pinta sobre piedras. La conocimos un miércoles por la tarde, en el anexo Santa Clemencia, ubicado a media hora de Chimbote. Su casa es un hermoso sueño: maceteros colgantes, árboles grandes, una decena de geranios y un amplio huerto familiar.

En ese huerto, que es de su mamá, Chris ha colocado una mesa y en ella ha acomodado más de 50 de sus pinturas. La pintora Frida Khalo, búhos, corazones, una pareja de novios, un cactus y animes son algunas de los dibujos plasmados por sus talentosas manos en las piedras que empeñosamente recolecta del río. Algunas no tienen dibujos sino frases como “En tiempos difíciles, la sonrisa es un acto revolucionario”; muy a tono con los tiempos de hoy. Comenta que el dibujo que más tiempo le tomó realizar es el de Frida Khalo, pues tardó tres días, cuando por lo general tarda un día como máximo.

“Empleé mi tiempo (durante la cuarentena) en algo muy útil para crecer. La verdad nunca imaginé que esto le fuese a gustar a las personas. A través de mi historia puedo motivar a otras personas para que saquen su talento y despejen su mente en una actividad que a ellos les haga crecer”, comenta.

EL DESTINO

Pintar en piedra no fue para nada planeado. Luego de que estudió la carrera de Psicología en una universidad privada de Chimbote, Chris había viajado a Lima para especializarse en Psicología Clínica.

“Es una carrera de mucha ayuda humanitaria. Me gusta mucho ayudar a las personas de una u otra manera en sus emociones, en su salud mental y en otras cosas más”, menciona.

La joven, de cortos 23 años de edad, estaba en la capital cuando la pandemia llegó a nuestras vidas. Un día antes de que se imponga la cuarentena —sin saberlo— decidió retornar a su hogar en Santa Clemencia.

“Si no salía ese día probablemente nada de estas pinturas fueran realidad”, dice Pedro Honorio Carrasco, el papá de Chris, un hombre de más de 70 años de edad a quien la felicidad le brota por los ojos cuando mira a su hija.

Ya en su tierra y sin poder regresar, Chris decidió dedicarse a sus pasiones de toda la vida: el dibujo y la pintura, las que había descuidado por su carrera universitaria.

El arte es una cualidad que está en la familia. Ella ganó muchos  diplomas en el colegio por ser la mejor dibujante y sus dos hermanos mayores también destacan por esa habilidad. Ninguno de ellos llevó algún curso de pintura o dibujo. El talento les aflora de manera natural.

¿Pero por qué pinta en piedras? La respuesta aquí es un nombre: Yolanda Honorio Gomez , su madre.

“El gusto por las piedras nace por mi mamá, porque ella siempre al lugar que íbamos nos decía: ‘Hija traes piedras”, recuerda y sonríe. Y añade: “Hay algunas piedras que son moradas, tienen puntos, unas son blancas con negro y tienen un sinfín de particularidades y eso a mi mamá le llama la atención”.

Así que un día, por influencia de su mamá, decidió pintar un dibujo en una de esas piedras que sacaban del río para adornar el enorme huerto de su casa. Así empezó todo.

NEGOCIO FAMILIAR

Al principio, Chris solo tenía algunos insumos para pintar y unas pocas piedras. “El lapicero sin tinta es mi material infaltable que me ayuda para mis delineados. Compré de a pocos. Ahora cuento con más material porque ya hay un poco de ingresos en casa”, menciona. 

Su nombre se hizo conocido a través de Facebook. Su hermano Jorge Espinoza se encargó de publicar fotografías y videos del talento de su hermana, y sin querer su colección de dibujos empezó a disminuir poco a poco, pues otras personas querían tenerlos.

Su vida ha cambiado y es consciente de eso. En estos días goza de una relativa fama y hasta medios nacionales le han hecho reportajes.

Esta actividad se ha convertido en el sustento de su hogar en tiempos de pandemia. Pero no es solo eso. Trabajar con su familia se ha convertido en lo más gratificante, pues siente que se han unido más. “Yo me encargo de pintar, mi papá hace las bases, mi hermano y otra persona cargan las piedras”, cuenta.

Ahora, Chris comparte su nuevo oficio de cuarentena con un curso virtual de Psicología Clínica en un instituto de Lima. 

PINTANDO EL FUTURO

Como buena artista, para la pintora de Santa Clemencia cada dibujo en piedra es una parte de sí misma. “Al principio me daba pena deshacerme de mis piedras cuando las vendía, siempre me encariñaba”, recuerda con nostalgia. 

Mientras prepara sus pinceles, esponjas, barnices, pinturas y piedras para terminar la réplica de Totoro, el gato de la película homónima japonesa, cuenta que ya ha vendido más de 10 pinturas. ¿Cuánto cuestan? El precio más bajo en el que ha venido una de sus obras es 12 soles y el más caro hasta ahora será la que venderá en 160 soles, precisamente la imagen del anime japonés. Ese dibujo se irá para Huacho.

La joven psicóloga reconoce lo afortunada que es vivir en el campo, en plena crisis por la COVID-19. Con aire puro y tranquilidad, se siente a salvo en su hogar. Pasa sus días volcando todo su arte y creatividad en un ambiente de su casa, acomodado a su gusto y con la calma suficiente para concentrarse. Realiza sus trazos y texturas escuchando melodías de música coreana —sus preferidas—, pero por ratos prefiere el silencio.

Por el momento, su profesión se ha detenido, pero está segura de que no parará hasta cumplir sus sueños: estudiar pintura y terminar su Serums en Psicología.

Doña Yoli aparece y nos regala un cactus. Sus hermanos se acomodan para tomarles una foto que perennice el momento. El sol se oculta y le falta acabar la réplica de Totoro. Debemos dejarla. Chris se pone manos a la obra.

(Redacción El Ferrol)

 


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